Cuarta semana del grupo, esta vez fue María Rosa Hernando Fernández quien sugirió esta imagen de inspiración y estos son los microrrelatos o poemas que surgieron.
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Una decisión de vida
De María Rosa Hernando Fernández.
La vida es breve para perderse entre escondites, es corta para olvidar la belleza del corazón. Pero cuando se convierte en un continuo secreto, cuando sientes que no eres libre de mostrar tu verdad, o que tus sentimientos quedan oprimidos en un pozo oscuro, la huida debería ser inmediata. Todos tenemos la decisión de mantener nuestro modo de ser hasta las últimas consecuencias, pero jamás deberíamos permitir que nadie pudiera ahogar, un buen corazón.
La vida es nuestra escuela, la que nos moldea con cada uno de los exámenes a los que nos obliga a enfrentarnos. No cabe la posibilidad de disculparnos con una falta de asistencia, porque tarde o temprano, recibiremos la nota; suspenso o aprobado. Podremos seguir adelante, o nos quedará una prueba pendiente que sin duda, con el tiempo, deberemos recuperar hasta superarla. Si no es así, quedaremos estancados. Ante esto, no nos queda más remedio que estar constantemente atentos a las lecciones, año tras año, y siempre con el espíritu de querer seguir aprendiendo. Esa debería ser la actitud de todos nosotros a lo largo de toda nuestra existencia, pero como es lógico, el ánimo o el abatimiento, acabarán siendo determinantes en nuestras decisiones y comportamientos.
Todos tenemos luces y sombras, momentos altos y bajos, todos somos personas con necesidad de reír y también de llorar… todos dentro de nuestra vulnerabilidad, tenemos una vida para soñar e intentar ser felices. No deberíamos perderla aferrándonos a quienes no valoran nuestras emociones, a quienes no entienden la importancia de una lágrima que cae con amargura y gran dolor. Porque unir dos almas tan opuestas, es un imposible.
La vida es un regalo, quizás una casualidad o un capricho del destino, y por ello, hay que mimarla con el máximo de ternura y alejarse de aquellos que, por egoísmo, jamás podrán ver la bondad que anida en tu corazón.
A veces hay que cumplir y superar terribles pruebas, para comprender el valor que hay en tu interior, debemos aprender a escuchar la voz de nuestra alma, para que pueda mostrarnos esa luz que hay más allá de nuestras sombras.
A medida que nos sumergimos en las revelaciones de nuestro propio pasado, nos encontraremos inmersos en una experiencia conmovedora que despertará nuestra empatía y encenderá la chispa de la esperanza.
Fragmento de la obra: “Voces del Alma. Sombras de Luz”
Texto registrado en la Propiedad Intelectual.
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JAMES, EL ESCRITOR
James ahogaba las penas en su vaso de whisky en el bar más cercano que encontró al salir de la librería, la presentación de su última obra había sido otro fracaso y se limitó a asistir tan solo una persona que le compró un ejemplar.
"Debería de estar acostumbrado, y no afectarme de esta forma. Pensó al mirar su vaso casi vacío de licor."
Se le acercó alguien que no esperaba volver a encontrarse.
Debe ser duro escribir una gran novela y no ser reconocido, me he leído los primeros capítulos y está muy bien narrada —comentó el único asistente que había tenido.
Me alegra que le gustara, y eso mismo ya me han dicho otros. Aunque no consiga captarlos como lectores fijos después.
Creo que puedo ayudarle en eso, si me lo permite. Me llamo Lucas y seré su agente literario, si accede a un beneficioso trato para ambas partes. ¿Le interesa escucharlo? —planteó al escritor.
Este no tardó en ofrecerle que se sentara e invitarlo a una copa de Whisky. El acuerdo fue un tanto “peculiar”, pero tras unas breves dudas, estrecho su mano.
El éxito no se hizo de rogar, su mala estrella cambió a otra mejor de inmediato. Incluso sus anteriores publicaciones pasaron a ser superventas, y no cabía un alfiler en las siguientes presentaciones. Proporcionando cuantiosos ingresos de los que Lucas se llevaba su porcentaje.
En uno de esos actos, conoció a Emily, que tras un corto periodo de noviazgo, se convirtió en su esposa.
Esa buena estrella fue su fiel compañera desde que accedió a ese acuerdo, y con el paso de los años, se empezó a olvidar de la cláusula que le hizo plantearse esas dudas al aceptar el trato.
Cierta mañana, al despertarse, vio una nota sobre la almohada de su mujer. Al leerla, le decía que lo dejaba por otro que había conocido hacía unos meses y ni se molestara en buscarla.
Su comunicador empezó a sonar y al ver que se trataba de Lucas, recordó la peculiar cláusula de su contrato. Atendió la llamada con cierto pesar.
Ya han pasado las tres décadas de fama que te prometí, te envió el mapa de la bifurcación en donde decidirás cuál va a ser tu destino –dijo con voz fría y colgó.
Recibió el archivo a su terminal y se dispuso a cumplir con aquella ahora temida condición de su contrato. Al llegar a su destino, le aguardaban dos desvíos, sabía que uno le llevaría al infierno y el otro a su liberación. Escogió uno al azar y lo tomó sin arrepentirse de la decisión que le condujo hasta allí.
Un mes después, volvió a la que fuera la rutina habitual antes de su momentánea fama. Cuando la rememoraba bebiendo en un bar, tras una presentación fallida.
¿Es duro volver a ser un don nadie? ¿Al haber disfrutado de la fama? ¡Te ofrezco el mismo trato!
Al levantar la vista, vio a Lucas, por el que no pasaron los años y lucia como la primera vez que lo conoció.
FIN
Texto registrado en Safe creative, prohibida su difusion sin mi permiso:
https://www.safecreative.org/work/2402267128592-james-el-escritor
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"Casualidad o Causalidad"
Por Anniabel Martínez Gómez
Hay ocasiones en las que es muy difícil discernir entre lo correcto y lo incorrecto. Y a veces nos preguntamos que hubiese pasado de elegir un camino distinto.
Mi nombre es Frank Torres y me encuentro en un centro de reclusión con una condena de treinta años de privación de libertad por el delito de homicidio. Les voy a contar por supuesto mi versión de los hechos.
Eran las tres de la madrugada del 19 de octubre del 2023, volvía de una fiesta de cumpleaños de un amigo con tres personas más, Marcos, Pepe y su novia Beatriz. Estábamos algo ebrios, pero nos alcanzaban los sentidos para regresar a la casa caminando, como siempre.
Sentí unos deseos inmensos de orinar, algo normal después de unas cuantas cervezas, acto que finalmente realicé detrás de un arbusto. Pero sin darme tiempo a girar, Pepe se puso detrás y me dijo al oído: estoy viendo como miras a mi novia hace rato.
Lo que pasó después no me lo van a creer, como no lo hizo el jurado en el juicio.
Apareció un hombre alto encapuchado, vestido de negro y mató a Pepe con una puñalada en un costado delante de mí, me quedé paralizado, al hombre salir corriendo solo atiné a tomarlo entre los brazos. A mi llamada de auxilio vinieron Marcos y Beatriz. El arma homicida ensangrentada estaba justo a mi lado.
El principal argumento de la defensa fue que el cuchillo tenía mis huellas, y que durante la fiesta había testigos de que yo traía uno como aquel para defenderme si algo pasaba en el camino. Y en efecto, era mío, lo había traído con tal propósito.
Si no hubiese ido ese día a la fiesta o portado ese puñal o la novia de Pepe no fuera un mujerón, quizás no estaría en esta situación.
Me pueden creer o no, es decisión de ustedes, yo prefiero pensar que era mi destino.
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Dos caminos
Sólo tenía dos caminos por delante. Uno conducía a una destrucción segura, mientras que el otro ofrecía una oportunidad de supervivencia, pero también entrañaba graves riesgos. Había que tomar la decisión; cualquier vacilación podría resultar fatal. Cogí la empuñadura de mi espada y me armé de valor. Me volví hacia mi oponente. Mi corazón latía como una bestia contra mi pecho. Había decidido luchar.
El humo me envolvió y me hizo tocar el suelo en más de una ocasión. Mi visión se volvió confusa e incierta, pero no perdí el rumbo. Avancé sin descanso, protegiendo a mis hombres con mi cuerpo. Sentí las flechas clavarse en mí. La batalla fue sangrienta e implacable. Cuando todo terminó. Vi cómo los arroyos de agua roja salían de la ciudad, dejando atrás la desesperación y el dolor.
Fin
Nelson Pérez (Nelson Relata)
El Salvador
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Al final de la escalera
Por Susana Torres Cabeza
El alquiler era asequible para lo que se pedía en aquella zona. El vendedor no paraba de hablar. Le estaba explicando todas las bondades de aquel piso. Fran no le escuchaba, había aprendido que todo lo que le decían los de la agencia era mentira. Hasta que no viera el piso con su propia mirada no firmaría nada.
El ascensor no funcionaba. Primera pega, pensó Fran. El comercial contrariado reaccionó rápidamente aduciendo obras.
Subieron las escaleras. Eran muchas ya que el ofertado era un ático. El último piso de un bloque de seis alturas.
Cuando llegaron, el vendedor sacó las llaves y empezó a girarlas en la cerradura.
Mientras lo hacía, Fran observó que la escalera no terminaba allí.
-¿Hay un terrado o un sobreático? Veo que la escalera sigue -apuntó.
El comercial se rió con una carcajada impostada y entró en la casa sin contestar como si hubiera dicho una tontería. Debió de pensar que su cliente era un gracioso. Se notaba que estaba acostumbrado a las bromas y las ironías.
Desde el interior de la vivienda Fran escuchaba la voz monótona del vendedor explicando las ventajas de aquel piso, pero Fran no había entrado. Ni siquiera escuchaba la voz del otro hombre. La escalera le llamaba. Había algo al final del camino y prometía ser maravilloso.
Comenzó a subir y con cada escalón se sintió más ligero. Una luz brillante le esperaba arriba. Pensó que sería un terrado donde entraba la luz del sol.
Con cada paso la voz del vendedor se oía cada vez más lejana, casi como el zumbido de una mosca a lo lejos.
Al llegar arriba observó una puerta abierta. Lo que había al otro lado no era luz, sin embargo, sino destellos de otra galaxia. En el centro de ésta una estrella brillaba más que las demás. Su mente racional no entendía cómo era posible, pero Fran la arrinconó y se dejó llevar por aquel reflejo maravilloso. El poderoso fuego se reflejó en sus pupilas. Un astro a escasos centímetros de su mano. Alargó los dedos y la cogió mientras entraba dentro del cosmos…
La policía encontró su cadáver en el fondo del ascensor. Tenía la mano apretada alrededor de algo que el rigor mortis no permitió ver y que más tarde se describió en el informe forense como una vulgar piedra.
La agencia quedó libre de toda responsabilidad. Según ellos, el hueco por el que se había caído el cliente estaba tapiado por obras.
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Espero que hayáis disfrutado de su lectura, excuso a Celso Santana Flores por no haberlo podido tener a tiempo, no sé si me lo aportara más tarde. Ahora empezará el quinto campeonato mundial de consignas, e igual ese es el motivo de no haberlo podido aportar. Por ese mismo motivo, es probable que los de la siguiente semana se reduzcan o no los hagamos, al participar creo que todos en él. Así que me disculpo con antelación si se da el caso.
Por último, ya puedo también anunciar el lanzamiento de nuestro perfil alternativo en Booknet, para aquellos que estén en ambas plataformas o conozcan a otras personas que solo en esa y puedan estar interesados en seguirnos. La dirección es la siguiente:
https://booknet.com/es/club-de-escritores-endrin-u11566038
Eso es todo, por esta semana, gracias por seguirnos, leernos y esos comentarios que tengáis a bien dejarnos.
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