Tras un paro inesperado al tener todos nuestras cosas y, tardar en retomar la actividad. Aqui estamos de nuevo, con esta frase que ha sugerido María Rosa Hernando Fernández.
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EL TESORO DE UNA SONRISA.
De M.ª Rosa Hernando
De repente, el recuerdo de mi abuelo, llegó a mí. Por aquel entonces tan solo era un infante,
arropado entre sus brazos y orgulloso de su cálida y reconfortante compañía.
Habían pasado muchos años, pero en mi memoria, siempre sonreía, siempre agradecía… siempre
mantenía ese semblante de felicidad. No importaban dificultades o dramas, no necesitaba de
alabanzas ni lisonjas. Él, perpetuo enamorado de la vida, me obsequió con un gran tesoro, las
palabras de un alma sabia.
- Se agradecido con todo cuanto te ocurra. - Me aconsejaba.
- ¿Aunque sean cosas malas? -le interrogaba con la candidez de la inocencia.
- Aunque sean malísimas. ¿Crees que te serviría de algo, luchar contra lo que ya ha ocurrido y que no puedes cambiar? -respondió con otra pregunta.
- Pero abuelo, ¿cómo se puede agradecer algo malo? -pregunté confuso.
- Mi querido niño. Aún eres pequeño para entenderlo. La vida todavía es dulce para ti. Pero con él
tiempo te darás cuenta de que, en tu camino, quieras o no, deberás luchar contra ti mismo. Solo tú
tenacidad, logrará superar la desesperanza que sin duda te atacará en cuanto tenga ocasión. -decía.
- ¿Y cómo podré hacer eso? -seguí preguntando.
- Creyendo en ti mismo, en tu fuerza interior, en tu valor. Sabiendo que nada ni nadie, podrá romper
tu esperanza. Comprendiendo que la vida es tu mayor tesoro, y que jamás existirá la oscuridad en
ella. Recuérdalo siempre. Cada vez que superes una barrera que te parezca imposible, tu interior se
fortalecerá. Así es la vida pequeño, una escuela, la que te enseñará con sus lecciones, o la que te
hundirá en las tinieblas si te dejas llevar por su dureza. Y si no, ¿cuál crees que es mi secreto?
Sonríe siempre querido nieto, la sonrisa es la mejor arma para luchar contra las sombras.
Aquella mañana, abatido, triste y desolado, me enfrentaba a la mas dura de las pruebas de mi vida.
Y recordando las palabras de mi querido abuelo, sonreí fuerte, muy fuerte, aunque mi alma lloraba
con una intensidad desgarradora.
- ¿Cómo puedes sonreír en un momento como este? Tu hija acaba de morir en tus brazos -me dijo
alguien.
- Porque estoy acunando en mi corazón cada uno de los momentos felices que he vivido con ella.
Porque me niego a guardar este último instante en mi memoria, y porque ante todo, merece mi
felicidad y sentir el gran amor que siento por ella. Si el llanto se apodera de mí, nada de todo esto
sobreviviría en mi interior, estaría abriendo la puerta a la oscuridad. Así me lo enseñó mi abuelo, y
he de ser fiel a lo que yo mismo inculqué a mi propia hija.
Las tinieblas nunca me atraparon. Lo intentaron una y otra vez. Pero los consejos del abuelo, fueron
el tesoro que ayudó a encaminar mis pasos.
Una sonrisa, constante, eterna… pase lo que pase
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“Golpe de suerte”
Por Anniabel Martínez Gómez
Debo decir antes que todo, no creo en las casualidades, en eso tiene mucha razón la filosofía cuando dice que siempre hay algo de causalidad en lo que sucede, a veces más o tras menos. Que yo estuviese ahí justo en ese momento, no fue casualidad meramente; algo de culpa la tuvo la luna llena. Ya sé que están pensando, es seguro una historia de hombres lobos o vampiros, pues no, están equivocados. Antes de contarles lo que sucedió, les voy a decir la causa de mi presencia en ese lugar a altas horas de la noche. Resulta que llevo una racha de tremenda, primero, se me torció un pie justo el día de mi competencia (yo soy ciclista profesional), luego un carro atropelló a mi gato, que enamorado, le dio por irse detrás de una gata flaca y, finalmente, me dejó mi novia (que fuera flaca también si es pura casualidad). Después de todas mis desdichas una detrás de la otra decidí hacer caso de la sabiduría popular; fui a un espiritista. “Tú ta salao, tú necesita endulzar tu vida, tú tiene que ponerle a Ochún un jarro de miel de abeja con un ramo de flores amarillas debajo de una ceiba en la próxima luna llena”. Y ahí estoy, en el lugar de los hechos, tratando de mejorar mi suerte o mejor dicho mi mala suerte. Pasó entonces que estando al pie de la ceiba oí voces en la oscuridad. Apagué el celular para no ser visto y vi como tres bultos se acercaban.
-Dale, coge la soga y pónsela en el cuello.
-Hazlo tú, que fuiste el de la idea de ahorcarlo.
-Dale coño, no seas cobarde acere.
- Te dije que no, yo vine a ayudarte, no soy un asesino.
-No me vengas con eso acere, tanta culpa tiene el que mata la vaca como el que le aguanta la pata. Este no se merece vivir.
-Si, es verdad, pero en el mundo hay una pila de personas que no lo merecen, y por eso no vas a ir matando a la gente, eso lo decide la justicia.
-Acere, hazme el favor y déjate de discursos, que coño me importa a mi la gente del mundo, a mi me importa el descarado este.
Fue entonces cuando me llamó mi exnovia flaca, y mi suerte empezó a cambiar. Resulta que no traían mas sogas, así que me propinaron un golpe en la cabeza dejándome sin conocimiento. Me encontraron en la mañana al pie de la ceiba y sin cadáver por todo aquello. Hoy tengo un perro salchicha y una bici nueva. Mi tobillo totalmente recuperado. Gané las competencias nacionales y voy para las internacionales en unos meses. Y volví con mi novia flaca.
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RECUERDOS
Por Arturo Martínez Molina
La suave brisa de la noche de verano, roza mi piel, aliviando en parte mi pesar. Se trata de un cálido aire que se eleva en la atmosfera.
Observo las nubes en el cielo, que dejan entrever las estrellas de firmamento. No eran las mismas que las de nuestros antepasados en la Tierra. Un planeta ahora frío e inhabitable por las acciones de sus armas atómicas. Nosotros éramos unos niños cuando nos embarcaron en los cruceros estelares con destino a Alpha Centauri B, algunos no recordaban a sus padres y otros los perdieron aquel fatídico dia. Yo era del segundo grupo, criado por adultos a los que me vi obligado a respetar y nos educaron en el cuidado por el medio ambiente de nuestro nuevo hogar.
Muy poco recuerdo de lo que dejamos atrás, todos éramos menores de diez años al embarcarnos en los vehículos espaciales. Sin que admitieran excusa alguna, nos metieron en las cápsulas de hibernación a la fuerza y, partimos dejando atrás un mundo que se autodestruía al contaminarse con la radiación de las bombas de fisión.
Las grabaciones de las naves alejándose de la Tierra, estaban a disposición de todos. Aunque casi nadie las veía por propia voluntad, solo cuando nos las ofrecían como visión obligatoria en los actos públicos.
Nadie tenía muy claro el porqué no embarcaron a nuestros progenitores, de hecho, algunos, barajaban la posibilidad de que eran un grupo ecologista radical y nos hubieran secuestrado. Aunque, ya fuera por su acción o la desorganización reinante en aquel caos... Ninguna nave más dejo la órbita y nos siguió, el resto de nuestra especie pereció a causa de las detonaciones o del invierno nuclear que paso a cubrir el anterior planeta azul.
Ahora tras cerca de quince años habitando en ese nuevo hogar, nos hemos acostumbrado y aprendimos a colaborar entre todos para subsistir en los que al principio fue un duro entorno.
Muy pocos de nosotros aun recordábamos los rostros de nuestros padres, cosa que se nos instaba a reprimir por parte de los que nos gobernaban. Por lo que solo podíamos rememorarlos en solitario, sin evidenciarlo ante los demás. Se nos decía que debíamos desligarnos del pasado, que fue un cáncer para nuestra especie.
Alce mi espalda del suelo y, me deleite contemplando el suave balanceo de las flores por la calurosa brisa estival. Mis pensamientos se fundieron con el mismo, imaginando que era igual de libre para poder compartir mis dudas y no tener que acallarlas por prudencia, mientras creía volar en esa corriente, al elevarme entre las nubes y estar más próximo a la estrella llamada «Sol».
El sonido de la puerta al abrirse, me devolvió a la tierra. Mi pareja había vuelto del trabajo y volví a guardar en mi interior esos recuerdos. Le inquietaban y, al ser algunos años menor a mí al criogenizarla, carecía de ellos.
¿Cómo debe ser el haberlos olvidado y no cuestionarse cuanto nos dicen? ... Me planteé al ponerme en pie.
Mi bella esposa pasó al jardín y nos abrazamos con fuerza. Para terminar con un beso que me hizo comprender que debía disfrutar del presente y, no pensar tanto en lo que dejamos en aquel planeta muerto.
FIN
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Dichoso el que olvida
Celso Santana Flores
Matias se sentó sobre el pasto de la ladera. Había recorrido muchos kilómetros por mucho
tiempo.
A sus veintinueve años, él sentía su alma un tanto envejecida.
"Y hacia dónde va usted, joven?"
"Hacia allá, solo hacia allá"
Las personas se quedaban un tanto desconcertadas con sus respuestas, pero eso no era
todo. Él mismo se veia sorprendido de no tener un destino.
Ya no importaba.
Si había salido hace años en busca de su amor, o de fortuna tal vez. Si de su pasión o de
un hambre de aventura, ya no lo sabía.
Pero sabía una cosa: era dichoso de realizar su viaje.
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El caminante
Por Nelson Pérez
Cuentan los que lo vieron, que ese día el caminante sin nombre se adentró en los bosques
antiguos de Lothlórien.
El tiempo parecía detenerse bajo sus pies, y los recuerdos de los motivos de aquel viaje que
había emprendido durante siglos se desvanecieron como niebla ante el sol. Hace tiempo había
partido con una misión en su mente, un propósito claro que guiaba sus pasos; sin embargo, al
cruzar los umbrales de aquellos bosques encantados, las razones de su travesía comenzaron a
perderse entre los susurros de las hojas y el murmullo de los arroyos.
Se detuvo en un claro, donde el sol filtraba su luz dorada a través del follaje, y dibujaba
sombras que danzaban sobre el suelo. Allí, bajo el esplendor del cielo azul, una flor solitaria
crecía, su fragancia llenaba el aire con una dulzura que embriagaba los sentidos. El viajero,
que alguna vez había tenido el corazón inquieto, sintió cómo su alma se liberaba del peso de
sus preocupaciones, atrapada en la belleza sencilla de aquel instante.
Los días pasaron, o tal vez solo fueron horas, mientras él permanecía en el claro, olvidando el
motivo que lo había llevado hasta allí. No había urgencia en su corazón, no había anhelo por
lo que había dejado atrás o por lo que estaba por delante. Su espíritu se unió a la armonía del
lugar, encontrando paz en la contemplación de la naturaleza, en el calor del sol, en la
perfección de la flor, y en la inmensidad del cielo que se extendía más allá de su vista.
Bienaventurado era, pues, aquel que había dejado de lado su misión, permitiendo que su alma
se fundiera con la serenidad del bosque. En ese rincón apartado de la Tierra Media, donde el
tiempo y el propósito se desdibujaron ante sus ojos, él halló su verdadero destino: ser uno con
el mundo que lo rodeaba, en un olvido bendito que transformaba cada momento en eternidad.
Nelson Pérez, El Salvado
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Estos son todos por esta semana, espero que os hayan gustado.